Redes sociales: La paradoja de estar más conectados y más divididos
Las plataformas digitales prometieron unidad y democratización, pero han terminado polarizando y debilitando el tejido social.

Las redes sociales irrumpieron con fuerza en nuestras vidas durante los últimos 20 años, prometiendo un mundo más conectado, plural y participativo. Lo lograron en muchos aspectos. Hoy, cualquier persona puede emitir una opinión, denunciar una injusticia o movilizar masas con tan solo un clic. Sin embargo, esta revolución comunicativa también ha traído consigo consecuencias profundas y no siempre positivas. Cada vez más analistas y estudiosos como Sherry Turkle (MIT) o Jonathan Haidt (NYU) coinciden en que las redes sociales, en lugar de unirnos, han fomentado la división, el extremismo y la desconfianza.
El espejismo de la igualdad de voz
Una de las grandes promesas de las redes sociales fue la democratización de la palabra. Todos podríamos expresarnos sin intermediarios. Pero esa igualdad en apariencia ha generado un ruido ensordecedor, donde la opinión informada convive —sin jerarquía ni contexto— con la desinformación, la manipulación emocional y los discursos de odio.
Este fenómeno ha generado lo que el filósofo surcoreano Byung-Chul Han describe como una «erosión de la autoridad simbólica»: médicos, científicos, periodistas o académicos comparten espacio y peso con influenciadores, bots o cuentas anónimas. La consecuencia: la verdad es cada vez más difícil de distinguir, y la confianza en las instituciones se erosiona.
Cámaras de eco y algoritmos de polarización
Las plataformas sociales, diseñadas para maximizar el tiempo de permanencia del usuario, han creado cámaras de eco: burbujas donde cada persona solo ve contenido que refuerza sus creencias. Los algoritmos no priorizan la verdad, sino el engagement, y eso ha resultado en la viralización de lo más polémico, lo más emocional y, muchas veces, lo más falso.
Según estudios de Eli Pariser, autor del concepto filter bubble, los algoritmos refuerzan esta tendencia al aislar a los usuarios de puntos de vista diferentes, limitando su exposición a información diversa y favoreciendo la polarización.
La radicalización del discurso político, social e ideológico se ha intensificado en todo el mundo. Cada vez es más común ver a sociedades fragmentadas, donde el diálogo es reemplazado por la confrontación, y el matiz es despreciado por la consigna.
«El anonimato, la inmediatez y la falta de consecuencias reales hacen que muchas personas digan en las redes sociales cosas que jamás dirían en una conversación cara a cara. Las redes han amplificado el discurso del odio, el bullying digital y la ansiedad social, especialmente entre los jóvenes»
Del debate al linchamiento digital
Otro efecto colateral ha sido la cultura de la cancelación y el linchamiento digital. Las redes sociales han dejado de ser espacios de discusión para convertirse en tribunales públicos donde se juzga sin contexto y se condena sin apelación. Esto ha afectado tanto a figuras públicas como a ciudadanos comunes, deteriorando el derecho al error, al aprendizaje y al perdón.
¿Y la empatía?
La deshumanización que provoca la pantalla ha mermado nuestra capacidad de empatizar. El anonimato, la inmediatez y la falta de consecuencias reales hacen que muchas personas digan cosas que jamás dirían en una conversación cara a cara. Las redes han amplificado el discurso del odio, el bullying digital y la ansiedad social, especialmente entre los jóvenes. La psicóloga Jean Twenge, autora de iGen, ha advertido que el uso intensivo de redes sociales está vinculado con un incremento significativo en los niveles de depresión y soledad entre adolescentes.
Un reto para la sociedad, los medios y las empresas
Frente a este escenario, el reto no es abandonar las redes, sino aprender a usarlas con responsabilidad. Las empresas deben ser conscientes de los riesgos reputacionales y sociales del ecosistema digital. Los medios de comunicación deben fortalecer su rol como faros de veracidad y análisis. Y los usuarios debemos ejercer una ciudadanía digital consciente, informada y empática.
La tecnología no es el problema; el problema es cómo la usamos. En un mundo donde todos tienen voz, el desafío es volver a escuchar, razonar y construir puentes.
Porque si las redes sociales nos dieron poder, también nos dieron la responsabilidad de saber usarlo.
EYNG, 14/05/2025
Otras columnas del autor:
Perú: ¿Por qué las personas íntegras y con buen perfil no quieren ser ministros?
La importancia de la comunicación sostenible en las empresas (y cómo hacer que sea efectiva)