
EYNG, 09/05/2025. Un estudio global realizado por la Universidad de Melbourne en colaboración con KPMG reveló que más del 50% de la población mundial aún no confía en la Inteligencia Artificial (IA). Esta desconfianza persiste pese a su creciente adopción y a los beneficios que promete. La investigación fue dirigida por la profesora Nicole Gillespie, presidenta de Confianza en la Melbourne Business School, y el Dr. Steve Lockey, también de dicha institución.
Entre noviembre de 2024 y enero de 2025, se encuestó a más de 48.000 personas en 47 países. Aunque el 66% declaró usar la IA con regularidad, sólo el 46% afirmó confiar en ella. En comparación con un estudio de 17 países realizado antes del lanzamiento de ChatGPT en 2022, los niveles de confianza han disminuido, mientras que la preocupación ha aumentado.
Uso de la IA en el ámbito laboral
Cabe señalar que la presencia de la IA en los entornos laborales es cada vez más frecuente. Según el estudio, el 58% de los empleados utiliza intencionalmente esta tecnología, y un 31% lo hace semanal o diariamente. Los beneficios percibidos son numerosos: mayor eficiencia, mejor acceso a la información y más innovación. Además, el 48% de los encuestados indicó que la IA ha contribuido al incremento de los ingresos.
Sin embargo, también surgen riesgos importantes. Casi la mitad de los trabajadores confesó usar herramientas como ChatGPT de manera que vulnera las políticas internas de las empresas, por ejemplo, compartiendo información confidencial. Además, el 66% confía en los resultados generados por IA sin verificar su exactitud y un 56% ha cometido errores por depender de ella.
Preocupaciones en torno a la transparencia y gobernanza
Uno de los hallazgos más preocupantes es que el 57% de los empleados oculta el uso de IA, presentando el trabajo como si fuera propio. Este fenómeno se relaciona con la falta de gobernanza efectiva y capacitación. Solo el 47% ha recibido formación en IA y apenas el 40% trabaja en empresas con políticas claras sobre su uso. Además, la mitad de los trabajadores teme quedarse atrás si no adopta la tecnología, lo cual podría estar impulsando un uso apresurado y riesgoso.
Impacto social: Entre beneficios y riesgos
En el plano social, la percepción de la IA es ambivalente. Cuatro de cada cinco personas reconocen haber experimentado beneficios como la automatización de tareas repetitivas, mayor personalización, reducción de costos y mejor accesibilidad. Pero el mismo número también expresa preocupaciones serias.
Asimismo, dos de cada cinco personas han vivido impactos negativos: pérdida de interacción humana, amenazas a la ciberseguridad, proliferación de desinformación y reducción de habilidades humanas. Además, el 64% teme que las elecciones puedan ser manipuladas mediante bots y contenido generado por IA.
Demanda por regulación y transparencia
De otro lado, el 70% de los encuestados opina que es necesaria una regulación específica para la IA, pero solo el 43% cree que las normativas actuales son adecuadas. A su vez, el 87% exige leyes más estrictas para combatir la desinformación y una mayor responsabilidad por parte de los medios y redes sociales en la verificación de contenidos. Según Nicole Gillespie, estos resultados reflejan una necesidad urgente de gobernanza responsable y mayor seguridad en el uso de la IA.
Economías emergentes: mayor adopción y optimismo
Es importante destacar que el estudio muestra una notable diferencia entre economías emergentes y avanzadas. En los países en desarrollo, la adopción de IA es más alta tanto en el trabajo como en la vida personal. Allí, el 64% de las personas tiene conocimientos sobre IA y el 50% ha recibido formación, en contraste con el 46% y 32%, respectivamente, en las economías desarrolladas.
Además, el 82% de las personas en economías emergentes ha experimentado beneficios, frente al 65% en las avanzadas. La confianza también es más elevada: tres de cada cinco confían en la IA en países emergentes, contra solo dos de cada cinco en naciones desarrolladas.
Metodología del estudio
Este informe forma parte de un programa de investigación iniciado en 2020 por la Universidad de Melbourne. El actual estudio, realizado de forma independiente por Nicole Gillespie y Steve Lockey, es el cuarto en la serie y ha sido financiado por KPMG Australia, KPMG International y la propia universidad.